miércoles, 7 de octubre de 2020

¿Un aborto? ¡Todos a la cárcel!

Por El Tiburón

El hombre –mi estimada lectora, mi estimado lector- es el único ser vivo que ha podido construir sobre su ser animal una sociedad altamente organizada, capaz de producir y organizar el conocimiento, capaz de extender los años de nuestras vidas y capaz de crear instrumentos que han mejorado la existencia humana; su inteligencia le ha permitido crear una cultura propia altamente sofisticada. Es cierto que también ha creado monstruosidades, pero definitivamente son enormes los aportes positivos de la cultura humana. El ser humano pues, es excepcional, pero de todos modos no deja de ser un animal, esto quiere decir que muchas de las cosas que hace son determinadas por su ser biológico, su ser animal.

En el terreno de la cuestión sexual y la reproducción, el ser humano se desenvuelve en lo fundamental, como los demás animalitos. Como todos los animales de la creación, a una determinada edad –normalmente después de los doce años en los humanos- comienzan a aparecer cambios muy importantes: A los varones comienza a brotarles vello en el pubis, las axilas, el pecho y la cara. En las jovencitas, además del vello púbico y en las axilas, les crecen las caderas y los senos. Pero también se desarrolla el instinto sexual, ese deseo a veces irrefrenable de realizar algún intercambio sexual con personas del sexo opuesto o, de plano, con individuos del mismo género.

Habría que preguntarse: ¿Cuál es el mensaje que nos está enviando la naturaleza con esos cambios señalados y con ese comportamiento de los jóvenes? No se vaya usted a desmayar, pero lo que esos cambios indican es que esos organismos han comenzado a prepararse y muy probablemente ya están biológicamente listos para reproducirse; es decir, están listos para aparearse y tener chamaquitos. Esta es la razón por la que tenemos niñas que han sido madres a los doce años. Su maternidad ha sido posible porque su organismo ha madurado biológicamente; evidentemente de forma muy prematura, pero el hecho es que ese organismo estaba apto para reproducirse en ese momento.

Usted sabe que todos estos cambios físicos, van acompañados de cambios en el sentir de los individuos; hombres y mujeres comienzan a tener deseos sexuales y sentimientos nuevos como consecuencia de su desarrollo reproductivo. Se presenta la atracción por otros humanos y el deseo de aparearse, como ocurre con todos los animalitos. Pero todos ustedes -que son jóvenes o fueron jóvenes algún día- saben que el deseo sexual no es cualquier cosa, no es un sentimiento cualquiera que bien pueda dejarse para ser atendido el año que viene. No, señor. El sentir sexual de los individuos es un sentir apremiante que, si no encuentra una salida, puede acabar con la tranquilidad de los jóvenes y de las jovencitas y afectar severamente su desarrollo personal, familiar, escolar y social. En síntesis, si no se atiende el problema del desarrollo reproductivo de los jóvenes, la vida puede convertirse en un infierno. Y esto es lo que la familia, la religión y el mismo estado no entienden y ésta es también la base del problema de los embarazos no planeados y de la maternidad prematura, eventos que son una calamidad si se presentan antes de que la joven concluya sus estudios y alcance sus metas laborales y profesionales.

Es en este momento cuando las jovencitas y los jóvenes necesitan apoyo, orientación, educación para encontrar las respuestas a todas las interrogantes que surgen a cada momento. De esto depende su futuro. No obstante, es más que claro que la mayoría de las y los jóvenes –sobre todo las jovencitas- no han recibido, en ese momento que requieren ayuda, nada más que cuentos, medias verdades, mentiras y muchas, muchas, amenazas. Es evidente que alguien ha estado fallando.

Pero ¿quién ha fallado? Yo digo que han fallado quienes tienen la tarea de educar, orientar y ayudar a los jóvenes a resolver los problemas que enfrentan. Pero, ¿quién o quiénes tienen la responsabilidad de orientar, educar y apoyar a los jóvenes que requieren ayuda para resolver de la mejor manera la cuestión sexual y reproductiva? Usted sabe que las instituciones que se han declarado como las que deben de orientar y educar a la juventud son la familia, la iglesia y el estado. Seguramente hay familias que orientan con madurez a sus hijos, pero en la mayoría de las familias mexicanas ¿qué es lo que proponen los padres, las madres a los jóvenes? Que no queda otra salida que la abstención sexual: que no deben masturbarse porque es “malo”, que bajo ninguna circunstancia deben tener relaciones sexuales, lo cual equiparan con la prostitución y que, lo único “decente” es rezar todo el día y esperar hasta que se casen.

¿Y qué propone la iglesia? Lo mismo, la abstención, pues tener relaciones sexuales antes del matrimonio es pecado, particularmente, para las mujeres, según dicen sus representantes. ¿Y el estado? El estado mexicano no tiene una política sexual y reproductiva que se aplique en todo el país y sobre todo que llegue a los niños y jóvenes en las escuelas. Lo que sí tiene el estado son leyes (excepto en alguna o algunas entidades) para meter a la cárcel a las mujeres que abortan. Tenemos entonces, por un lado, a una juventud acosada por los sentimientos que desencadena su desarrollo biológico y, por el otro, a las instituciones encargadas de educarlos, ejerciendo una represión brutal sobre ellos.

El resultado es que la mayoría de los jóvenes se enfrentan sin ningún respaldo, sin ningún apoyo, sin ninguna orientación al desarrollo de su capacidad sexual y reproductiva. El resultado ya lo sabemos: Finalmente muchas jóvenes terminan con embarazos prematuros, situación que hace pedazos sus vidas. En ocasiones ni siquiera pueden concluir su infancia y se ven obligadas a jugar el papel de madres y padres. Muchas y muchos de ellos abandonan la escuela y no son pocos los casos de niñas humildes, sin dinero, que, presas de la desesperación, recurren con abortistas o se provocan un aborto que les cuesta la vida.

Hay quienes dicen que el aborto es el fracaso de la juventud y que hay que castigarlo encarcelando a la mujer que se lo practica o admite que se lo practiquen. Sin embargo, cuando una joven se ve obligada a abortar en realidad estamos ante el fracaso de toda la sociedad; el aborto refleja el derrumbe de la familia, el derrumbe de la iglesia e incluso el derrumbe moral del estado que no han sido capaces de entender la maduración del ser biológico en los jóvenes ni han cumplido con su obligación de educarlos para enfrentar los retos de su edad. Por tanto, si como afirmo, la responsabilidad por los abortos es prácticamente social, ¿por qué habremos de encarcelar a alguien que, en buena parte, viene siendo sólo una víctima de quienes tienen la obligación de ayudarla?

Si queremos que se termine con los abortos, es necesario que la sociedad y sus instituciones entiendan que la maduración sexual es inevitable en los jóvenes; que sentir el deseo sexual ni es malo ni es delito ni pecado y que darle una respuesta que ayude a los jóvenes a avanzar, permitirá abrir vías para canalizar los sentimientos y las fuerzas internas que los acosan; debemos permitir la masturbación y el sexo seguro, en el entendido de que, si bien el ser humano es un ser vivo, un animal, no puede responder al llamado del sexo como el resto de los animales. El joven y la joven, efectivamente, no pueden aparearse con todo el que se ponga enfrente y mucho menos deben resultar embarazos de cada encuentro sexual. La sociedad debe contribuir a desarrollar una cultura reproductiva que rescate la humanidad, que fortalezca los sentimientos y las relaciones duraderas sobre la base del amor. Sólo entonces tenderán a extinguirse los abortos.