martes, 13 de octubre de 2020

AMLO, implacable con los colonizadores de hace 500 años y gentil y sumiso con los colonialistas de hoy

Zihuatanejo, Gro., 4 de octubre de 2020.- Estará usted enterado, mi estimado lector, que el año pasado, el gobierno de López Obrador tomó 648 millones de pesos (30 millones de dólares) de la lana de ustedes y se la entregó al presidente de El Salvador, según dijo, como parte del programa “sembrando vida” o algo por el estilo, que este gobierno ha puesto en marcha –según aseguran- para sacar de la pobreza a los campesinos mexicanos, aunque hasta ahora no hayamos visto a un solo campesino que haya salido de la miseria.

Yo estoy muy, pero muy lejos de aquellos que condenan la solidaridad entre las naciones. Me parece bien que un país, sin importar si tiene mucho o poco, destine algunos recursos para apoyar a nuestros hermanos en desgracia. Por algo admiro a los médicos cubanos que, estando a peso los fregadazos con la COVID-19, anduvieron exponiendo el pellejo en alrededor de 40 países del mundo con los que se solidarizaron. 40 Países, se dice fácil, pero yo quisiera saber ¿cuántas brigadas de médicos norteamericanos salieron a brindar ayuda a otros países? Que yo sepa ni una.

Desde 2019, López Obrador anunció que este año serían 1944 millones de pesos (90 millones de dólares) los que entregaría a Centroamérica: 30 millones a Guatemala, 30 millones a El Salvador y 30 millones a Honduras. Entiendo que este plan ya está en marcha. Me pregunto: ¿Qué es lo que determina que un presidente de un país como México, con problemas económicos severos, tome la decisión de destinar recursos casi presupuestales a tres países? Seguramente López Obrador sabe que esos países no son parte de México.

Pareciera que el Presidente es de los samaritanos que le quita la camisa a México para ponérsela a nuestros hermanos centroamericanos. Pero no hay tal; el presidente de México simple y llanamente está cumpliendo con las disposiciones establecidas por Donald Trump para pagar el muro que –en este caso- tiene dos componentes: 1) Destinar dinero de la nación mexicana para tratar de frenar las caravanas de miles de familias que huyen de la violencia y el hambre con dirección a los EE UU y (2) destinar miles de soldados de la Guardia nacional para impedir que los centroamericanos pasen la frontera México-Guatemala o, en las peores condiciones, se queden a trabajar en el estado de Chiapas, cuyas condiciones no difieren mucho de las condiciones que privan en el resto de los territorios centroamericanos.

Resalta sobremanera que el Presidente López Obrador se ponga tan “mansito” con la oligarquía gringa, que nos tiene puesto el pie en el cuello; llama la atención que AMLO aplique sin chistar el plan contra la inmigración centroamericana (y mexicana) que tanto repudia el gobierno americano y un sector importante de la sociedad gringa, formada en su mayoría por inmigrantes, mientras anda muy bravucón exigiendo al gobierno español que se disculpe por las atrocidades que hicieron sus antepasados hace 500 años durante la conquista.

¿Qué gana México con que vengan los descendientes de Hernán Cortez y de su soldadesca, además del Papa y la Corona, a pedir disculpas por lo que hicieron sus antepasados durante la conquista y la colonia? ¿Nos van a devolver el oro y la plata que se llevaron? Seguramente no nos van a regresar un peso. Entonces, ¿qué sentido tiene andar planteando que pidan disculpas? Según yo, se trata simple y sencillamente de puro circo del gobierno de México para que no reparemos en el coloniaje real que sufrimos en nuestros días.

¿Qué gana México si el Presidente López Obrador asume una actitud digna ante el gobierno norteamericano y le exige que resuelva sus problemas mientras el gobierno de México se dedica a resolver los problemas propios, que son muchos? Ganaremos, en primer lugar, porque se clarifican las acciones del gobierno de México y la población se entera de cuál es la verdadera razón por la que México destina recursos para Centroamérica. Ganaremos en unidad pues, sin duda, el pueblo mexicano se unirá firmemente a su gobierno y ganaremos si logramos que surja en nuestro país una verdadera conciencia contra el colonialismo. Ganaremos si somos capaces de plantear, con claridad, que esos recursos que de manera obligada canaliza México no resolverá la pobreza en los países centroamericanos, los cuales sólo saldrán adelante si el imperio gringo, que se ha beneficiado ampliamente con los recursos de los pueblos al sur del Río Bravo, destina una cantidad suficiente para impulsar el desarrollo en esas naciones. Con esto sí ganamos.