Las Dentelladas
Por El Tiburón
Cómo cambian las cosas, mi estimado. Antes estaba
más o menos claro que un partido político debería estar formado por individuos
que, por lo menos, coincidieran, aunque fuera un poco, en su forma de concebir el
mundo, en su manera de entender los problemas de su rancho y en la idea de cómo
resolverlos; es decir, que un partido debería estar formado por individuos con
una cierta afinidad ideológica. Como así eran las cosas hace algunos decenios, no
se veía muy seguido que un militante estuviera hoy con el Partido Comunista y mañana
con el PAN o con el Demócrata Cristiano.
Hoy, la cuestión es muy diferente; de
repente ve usted a un señor que es militante del PAN, luego se pasa al RIP y
después al PRD y luego ya se anda preparando para regresarse al RIP otra vez. No
señor, no estoy hablando del senador Armando Ríos Piter, estoy hablando en
general.
Intrigado pues por este oscuro y aparentemente
inexplicable asunto, pregunté a mi camarada Ponciano, viejo militante de la izquierda
desde los tiempos de Demetrio Vallejo y Valentín Campa, ¿a qué se debe este
brincadero de fulanos de un partido a otro como si se tratara de charcos de los
mismos lodos? ¿Qué sí todavía está vivo Ponciano? Claro que lo está, vive aquí
entre Pantla y El Coacoyul.
Argumenta Ponciano que son dos los fenómenos
que cambiaron a los partidos; uno, el financiamiento público (o sea el dinero
de usted, estimado contribuyente, que comenzaron a darles desde el año 1977) y
el otro fue la posibilidad de “carrancearse” ese dinero público. Asegura
Ponciano que esto fue eliminando las diferencias ideológicas y políticas de los
partidos y fue haciendo de ellos un buen espacio para ganar bastante dinero,
hacer diputadas a las sirvientas leales y a las queridas de los señores y
enriquecerse a lo bestia. No, no, no hablo del Niño Verde, sigo hablando en
general. Por eso ahora pueden los políticos brincar de un partido a otro sin
mayor problema, pues, matices aparte, todos son la misma chingadera, dice
Ponciano, no yo.
Siguió Ponciano diciendo que ya se imaginará
usted los cambios que se operaron en los partidos con la entrada de dinero fácilmente
succionable de las arcas partidarias. Si bien antes sólo los valientes querían
encabezar los partidos de oposición o perseguidos como el Partido Comunista,
una vez que entró la lana fácilmente expropiable comenzaron a sobrar candidatos
a hacerse ricos y comenzaron a pasar a segundo, tercero y último plano la
defensa de los intereses de las clases que pretendían representar.
La elección de dirigentes del partido, que antes
era fácil: Una simple asamblea, levantamos la mano, contamos y ya tenemos
dirigente del partido; con la entrada de la lana de usted se convirtió en una
pelea de perros. ¿Qué peleaban Madero y Cordero en el PAN hace apenas unas
semanas? ¿Qué pelean los chuchos contra los otros en el PRD? Yo aseguro y
afirmo, con la mano en la lumbre, que es la pasión por los colores partidistas
y la profunda ideología que quiere renacer en el ronco pecho de los lideres la
causa de la disputa, pero Ponciano dice que ni madres, que es un pleito por el dinero
y el poder que dan los partidos subsidiados con lana que le falta a usted para
mantener a los chilpayates que tiene con 5 mujeres diferentes.
Bueno, puntualiza y reafirma el camarada
Ponciano que los que de plano han llegado al colmo del cinismo son los
perredistas, pues no sólo han convertido en un cochinero sus procesos internos,
sino que, además, se niegan a corregirse. Por ello (¡hágame usted el rechingado
favor!, exclamó Ponciano, yo sólo me santigûé) pidieron al INE, es decir al estado
burgués –según las categorías anacrónicas que usa Ponciano- que por favor les vaya
a organizar sus elecciones internas pues ellos no tienen remedio y son
incapaces de realizar unas elecciones mínimamente creíbles. ¡qué vergûenza, camaradas!,
exclamó Ponciano, no yo.
¿Y qué creen que les contestó el INE, brazo
electoral del estado burgués represor encabezado por el aberrante RIP y el gacho
de Peña Nieto? Que con gusto les organiza hasta dos, sólo que la primera les va
a costar sólo 95 millones de pesitos, mismos que los perredistas, todos,
aceptaron pagar de inmediato de las prerrogativas por que, primero, es dinero
que todavía no es de ellos y, segundo, aseguran que si la organizan por sí
mismos va a haber muertos y hasta el jugoso negocio podría ponerse en riesgo.
Todo esto asegura el camarada Ponciano, aunque
yo creo que ya anda chocheando, así que es mejor que no le haga usted caso. Le prometo
que en la próxima invitaré a un comentarista que esté un poco más actualizado. Chao,
bambino.