lunes, 14 de febrero de 2011

Derecho de piso

Derecho de piso
¿Qué es el “derecho de piso”? En muchos países de América Latina se le llama así al derecho que pagan los novatos sobre todo en el terreno laboral. Bueno, eso dicen por que yo, la verdad, como nunca he ido más allá de Zacualpan, no he tenido la oportunidad de comprobar si es verdad o es mentira. Por ejemplo, cuando el novato tiene que preparar el café para los demás camaradas precisamente por que le falta experiencia en el empleo, está pagando “derecho de piso”. Es más o menos lo que –en Mexicalpán de las Tunas- llamamos “novatada”. Esta acepción casi no se usa en México. Tampoco se usa otra que consiste en que un pelao enamorado de un poblado tiene que pagar “derecho de piso” (invitar unas chelas, por ejemplo) a los chavos del poblado de la novia. Aquí se usa una forma modificada que consiste en que, si un chavo de otro pueblo viene a “pedalear” las bicicletas de un rancho que no es el suyo, nomás lo corretean machete en mano y ya.
El “derecho de piso” más conocido en nuestro país es el que permite que los ayuntamientos cobren una cuota por metro cuadrado a los tianguistas y todo tipo de comerciantes que no tienen un espacio fijo para establecerse y por ello ocupan un área del mercado sobre ruedas o en el tianguis (o en las banquetas); se cobra por metro cuadrado ocupado. Los inspectores de reglamentos se hallan por ahí al cristiano con su costalito de chiles y le aplican la cuota por el “derecho de piso”, normalmente a través de un recibo oficial y, en otras, así nomás de pura palabra por que hay confianza entre la raza. Esta cuota debería de llegar a las tesorerías municipales pero luego suele extraviarse en el camino. Los locatarios en los mercados públicos se supone que pagan una especie de renta del local. 
Otro tipo de “derecho de piso” es el que existe en algunas ciudades donde las autoridades constitucionales (municipales, estatales y federales) han dejado de ejercer –por la circunstancia que sea- el poder en una ciudad determinada y se lo han dejado a grupos de malosos que, además de sus actividades al margen de la ley, se dedican a cobrar “derecho de piso” a los comercios en general. Ejerciendo la autoridad que disfrutan en esas ciudades que digo, estos señores llegan e imponen una cuota a cada negocio a cambio de que los dejen trabajar en paz o de no secuestrar o retorcerle el pescuezo a alguno de los parientes de los propietarios. La cuota se establece de acuerdo con la regla distributiva que establece que la pedrada es directamente proporcional al tamaño del sapo. Negocio grande, cuota grande; negocio chico; cuota chica. Se supone que donde cobran estas nuevas autoridades, ya no pueden cobrar las autoridades desplazadas. Hasta donde estoy enterado aquí en Zihuatanejo no existe este tipo de derecho de piso.
La nueva forma del “derecho de piso” que se está poniendo en boga –ésta sí- es una creación orgullosa y puramente cihuatlaca, misma que debemos patentar de volada para evitar que, al rato, nos la copien en otros lados y quieran que les paguemos “derechos de autor” por estarla usando. Se trata de un “derecho de piso” creado originalmente por los taxistas de Zihuatanejo y el cual lo aplican merced a que la autoridad municipal, la estatal y la federal, han dejado de ejercer el poder otorgado por las leyes mexicanas dejando así el espacio libre para que puedan cobrar ellos este derecho a todo el que se apendeje, individuo llamado para estos efectos “contribuyente moroso” si no le entra con su cuerno de inmediato.
Este “derecho de piso” consiste en que si usted, por que tiene una concesión federal de transporte y trae su troca y quiere trasladar a los turistas del hotel al aeropuerto, deberá pagar al taxista que es “dueño de la plaza” una cuota por darle chance de que cargue usted a los pasajeros. Ahora que si usted se niega a pagar su derecho de piso a estos dueños de la plaza, ellos tienen el derecho otorgado por sus propia voluntad no para secuestrarle a un pariente, sino para secuestrarlo a usted mismo juntos con todo y los turistas que inocentemente se subieron a su troca. En cualquier crucero, los dueños de la plaza tienen el derecho de cerrarle el paso entre cinco o diez taxis hasta que usted pague su derecho de piso o hasta que los turistas se bajen de su troca y se suban a uno de los taxis. Usted se preguntará: ¿Y la autoridad? Bueno, le digo que la autoridad ya no existe pues cedió por su propia voluntad  o a fuerzas el ejercicio del poder a esta nueva autoridad.
Como estas dos últimas formas del derecho de piso no se ajustan a lo que establecen las leyes, sería mejor que los diputados, en virtud de que no pueden hacer otra cosa, cambiaran aquellos preceptos constitucionales y las leyes secundarias que hayan quedado obsoletas por el desarrollo inexorable de la realidad. Así por lo menos se terminarán las discusiones que por años ha suscitado el ejercicio de este derecho. Esta opinión es parte del ensayo titulado “contribución a la crítica del derecho de piso y las aportaciones revolucionarias en Zihuatanejo, Guerrero”.